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Los buenos y los malos

Recuerdo una mañana de preescolar, niños y niñas jugábamos en el patio, mi prima se acercó y me dijo que un niño quería pegarle. Yo debía tener 5 años. Ver a mi querida prima apurada por la situación me conmovió, supongo, y sentí que tenía que defenderle. Pero yo no quería ir porque el niño al que iba a enfrentarme era más fuerte que yo. Aún así, supongo que era mejor pelearse que afrontar después la humillación de haber sido un cobarde. Acompañé a mi prima hasta donde estaba el niño, no recuerdo bien lo que le dije pero recuerdo perfectamente la cara de “malo” que puso y el desprecio con que me habló. Salí de la situación sin pelearme pero no recuerdo cómo.

El niño era conocido en el entorno como el más travieso y malo de todos. Nuestros caminos se separaron al comenzar la Primaria. Fue el primer niño estigmatizado que conocí. Con el tiempo, he seguido pensando en él y he comprendido cosas que de niño no entendí. Aunque a veces parece que siendo niño, en el fondo, sabes y entiendes lo que pasa.

Los niños pensábamos que era malo, es lógico, éramos niños y no se nos podía pedir más. Quizá porque los adultos pensaban lo mismo. Se generaliza con facilidad a la hora de enjuiciar a las personas y en mayor medida a los niños, que no tienen recursos para defenderse de algo que les viene dado.

Creo que dejé de ser adolescente cuando empecé a trabajar con adolescentes. Eran chicos estupendos, pero con los que había que hacer un esfuerzo, para entender por qué no se comportaban como se les pedía, por qué no estudiaban, por qué a menudo se relacionaban de forma agresiva o por qué solían negarse a las demandas que se les hacía como primera opción.

Trabajando, estudiando y debatiendo mis ideas y experiencias con amigos y compañeros, llegué a entender estas cuestiones. Y comencé a darme cuenta de que en el ámbito profesional también se interpretaba el comportamiento desde este prisma de “los buenos y los malos”.

La identidad del individuo se forma en relación con otras personas. La idea que uno tiene de uno mismo termina siendo la que tienen los demás, en mayor medida cuanto menor edad se tiene.

Buscando información para este post encontré la reflexión de un aficionado al cine sobre la película Salvaje!, The wild one de László Benedek, 1953. La película es un icono cultural de nuestro tiempo y las manifestaciones culturales dicen mucho de lo que somos.

Brando interpreta a Johnny, el cabecilla de una pandilla de moteros, jóvenes despreocupados en una actitud de reto permanente, en constante demostración de su hombría y fortaleza, amantes de la juerga, bastante patanes en el fondo, y que esconden bajo su acentuada rudeza, su descarado machismo y su pose contestataria y chulesca, una evidente falta de preparación para enfrentarse a la complejidad del mundo -por defectos en su educación, por ausencia de atención familiar, por falta de referentes culturales y por haberse convertido en víctimas del consumismo y de fáciles y falsos ideales de éxito- y una ingenuidad infantil que intentan vencer con un comportamiento intimidatorio y violento que no oculta que no son más que unos críos que no saben nada de la vida, carentes de herramientas para aprender de ella.

39 escalones (leer artículo)

Antes de la aparición de cualquier homínido, los animales ya podían distinguir los sucesos que les favorecían de los que no. Las emociones son un buen sistema para captarlo.

Con el desarrollo del lenguaje humano, las palabras se sumarían a las imágenes para representar, sustituir a la realidad. Y así, poder conocer nuestro entorno de manera más económica. Comenzamos a tener una idea abstracta de lo bueno y de lo malo.

La transmisión de conocimientos mediante el lenguaje oral favoreció el desarrollo la cultura. La forma de ver el mundo.

La necesidad de cooperar, organizarse y defenderse de otros, propiciaron el aumento de las normas y de la moral. La lucha por obtener recursos y por la supervivencia obligan. Los conflictos, asaltos, invasiones, guerras y asesinatos vienen ocurriendo, dicen los historiadores, desde la revolución agrícola. No es difícil, después de milenios, que una cultura llegue al convencimiento de que existe una naturaleza malvada en algunas o en todas las personas.

Con el descubrimiento y desarrollo de la agricultura y el cambio hacia el sedentarismo, también aparecieron las Civilizaciones que supusieron un avance en el entendimiento del mundo. Algunos tuvieron tiempo de pararse a pensar y a investigar. Nacen las disciplinas filosóficas y científicas.

En filosofía, a esta manera de representar el mundo, se le llama Dualismo.

Creo que el éxito de este patrón se debe a su sencillez y a su aparente utilidad. Sobre todo a corto plazo, en contextos donde la vida está en serio peligro y en ausencia de conocimientos alternativos. A menos control sobre el entorno, más miedo, mayor necesidad de defenderse, de un sistema de interpretación de la realidad sencillo y rápido.

El Dualismo aparece definido en el Diccionario de Filosofía Ferrater Mora como toda doctrina metafísica¹ que supone la existencia de dos principios o realidades irreductibles entre sí y no subordinantes, que sirven para la explicación del universo.

El término aparece por primera vez en 1700 pero, como ya hemos visto, es una cuestión ancestral.

Así, los pitagóricos ya oponían perfección e imperfección, Aristóteles forma y materia, Kant necesidad y libertad. Descartes diferenciaba materia y espíritu.

descartes

Se habla también en el diccionario, del dualismo psicológico con el problema de la unión entre alma y el cuerpo, y de la polémica de la libertad y el determinismo. Del dualismo moral, el bien y el mal. Que sería el tratado en este artículo.

Como vemos, la representación de la realidad mediante un patrón de dos polos opuestos está en la cultura ancestral, en la historia humana, en la ciencia y hoy muy presente en la era digital con protocolos basado en un sistema matemático binario en el que sólo caben dos opciones, 1 y 0.

Pero, lo que más me interesa resaltar es, que si utilizamos este dualismo moral del bien y el mal, los buenos y los malos. Los malos siempre van a ser los demás, no tendría sentido lo contrario. Corremos el riesgo de vivir rodeados de «malos». Unos porque han nacido en otro país, otros porque han votado a un partido diferente, otros porque no visten a nuestros gusto, el vecino porque tiene perro y la pareja porque invade mi espacio cuando duerme, etc…

Y volvemos a propiciar el enfrentamiento y no la cooperación. Es más probable que se usen métodos punitivos y violentos.

Nadie que haya visto nacer a un ser humano puede decir que nace siendo «malo». Sólo con el contacto con otros humanos podrá desarrollar comportamientos reprochables por su grupo que, por otro lado, habrán sido reforzados por éste. Y sólo será «malo» cuando los demás le consideren así.

Creo que lo que hay es un, natural, conflicto de intereses, inherente² a las relaciones humanas y, afortunadamente, a día de hoy conocemos sistemas para resolverlos. Tanto si el conflicto es entre adultos y menores, entre menores, entre adultos, entre grupos, colectivos, instituciones, empresas, países, etc… Si queremos tener alguna posibilidad de entender las causas del comportamiento humano debemos acudir a los factores del entorno y no a instancias interiores carentes de entidad física.

¿Puede la inteligencia ser causa de un comportamiento? ¿Puede un supuesto carácter maligno influir en él? Tanto la inteligencia como el carácter son constructos³ resultantes de la generalización de los comportamientos. Serán los comportamientos los que operen sobre el entorno y el entorno el que opere sobre los comportamientos.

Referencias y enlaces

¹Metafísica: Rama de la Filosofía que estudia aspectos de la realidad que carecen de entidad física y son inaccesible a la ciencia. En mi opinión, de dudosa utilidad y complicada utilización en Psicología.

²Inherente: Que por su naturaleza está de tal manera unido a algo, que no se puede separar de ello. Definición RAE. Ir

³Constructo: Construcción teórica para comprender un problema determinado. Definición RAE. Ir

  1. Diccionario de Filosofía Ferrater Mora Ed. RBA. Barcelona 2005. Pag. 941-942.
  2. 39 Escalones. «El cine hecho mito: Salvaje! (1953)». Ir
  3. Imagen: Foto promocional del actor Marlon Brand para la película Salvaje!, The wild one de László Benedek, 1953.
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Kidis Rasputín.
7 años

A mí me lo dijo el curilla cuando hacía la catequesis. «Tienes cara de malo». Me gustaría echármelo a la cara ahora mismo que ya soy mayorcito para responder. Muchos niños hacen la comunión para no ser tildados de ‘malos’, y/o para no desentonar en el colegio. El concepto bueno-malo es religioso, no filosófico. Es una simplificación total de la realidad que solo conviene a los ‘buenos’. Así que, no llevéis a vuestros hijos a hacer la comunión. Es otro engaño más de una institución que ni tan siquiera paga sus impuestos. Luego son malos. No pagan impuestos luego son… Leer más »

7 años

Gracias Kidis.

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