Soñar es gratis, despertar no

Otra de las claves que propongo para reflexionar sobre cómo nos comportamos y cómo convivimos con los demás, trata de la educación de l@s niñ@s y la sobreprotección que ejercemos sobre ell@s.
En nuestra Cultura hay mucho mito y poca ciencia. También en nuestra manera de educar. Desde tiempo inmemorial venimos educando de diferente manera a los niños y a las niñas. Reservándoles un papel diferente en nuestra sociedad.
Durante mucho tiempo ha prevalecido la idea de que los hombres eran superiores a las mujeres en muchos aspectos.
Hemos educado a nuestras niñas como si fueran más débiles, como si necesitaran de una protección diferente de los niños. Al ir igualándose los papeles, en muchos entornos, se educa tanto a niños como a niñas con un exceso de protección.
Tampoco debemos pensar que la sobreprotección aparece con la igualdad de hombres y mujeres. Ya se daba, también, sobreprotección en los niños varones. Si ahora es un problema más presente, no lo sé. Quizá ahora podemos ocuparnos de estos aspectos más que las generaciones anteriores. ¿Crees que ahora sobreprotegemos más a nuestros hij@s que nuestros padres o abuelos? Comenta abajo. Gracias.
Pienso que dejamos a nuestr@s hij@s demasiado al margen de la realidad del mundo en el que viven. Haciéndoles permanecer ignorantes con la excusa de que son niños y ya tendrán tiempo de sufrir o con la de que no entienden. Y vamos acompañando su desarrollo con historias fantásticas que se convierten en sus herramientas para explicar el mundo.
Herramientas que pronto tendrán que sustituir por conocimientos científicos, que lógicamente les costará más comprender y no todos lo conseguirán. Y muchos terminarán sustituyendo los antiguos cuentos por convencimientos pseudo-científicos.
Recuerdo una reunión familiar, mi hija se me acercó y me preguntó:
– Papá, ¿dónde va la luna cuando se va a dormir?
Le contesté que la luna, por el día, no se iba a dormir a ningún sitio. Y que la luna no dormía porque era una bola que giraba alrededor de la tierra.
Algunos adultos presentes acudieron al rescate diciéndome que cómo le decía esas cosas a la niña, que no las entendía e iba a romper su ilusión. A menudo se identifica engaño con ilusión. Contesté que era preferible que la niña no entendiera a que asumiera explicaciones que aunque estuvieran muy extendidas, no se correspondían con la realidad.
En nuestra naturaleza, como progenitores y adultos, está el enseñar a nuestros descendientes todo aquello necesario para su supervivencia y adaptación al mundo al que les hemos traído. Enseñar un cuerpo de conocimientos míticos, no contrastados empíricamente, a nuestros hij@s; les hace vulnerables a su entorno.
Es como si les obligáramos a recorrer un camino dos veces. Primero, en casa, en la calle y también en el colegio, les explicamos las cosas como si fueran un cuento, basado en contenidos morales y poco apegado a la lógica.
Y después tienen que incorporar un cuerpo de conocimientos científicos para obtener un título de cultura general. Les enseñamos a memorizar y en el bachillerato, de un día para otro, tienen que generar crítica razonada. En idas y venidas se nos queda gente por el camino.
Los medios de comunicación usan esta cultura común para enviar mensajes que puedan comprender el mayor número de personas posible. Y parecen interesados en preservar estos mitos culturales por estar asociados a comportamientos de consumo.
El gobierno español a través de la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado puso en marcha una campaña cuyo eslogan decía: “No tenemos sueños baratos…”. Al escucharlo me salió como un resorte la réplica. Soñar es gratis, despertar no.
Porque si bien aquello que llamamos imaginación es una actividad importante a la hora de encontrar alternativas y de descansar del esfuerzo de la lógica, instalarse en un mundo imaginario, ilusorio, es problemático. Soñar es gratis, despertar no.
No es mi intención acabar con los cuentos, la tradición oral o los repetitivos argumentos de la películas pero puede ser interesante tener en cuenta que quizá estemos haciendo recorrer un camino a nuestros hijos que van a tener que desandar después.
Creo que a la hora de ejercer esa sobreprotección estamos mirando más por nuestra tranquilidad que por su educación. Y quizá aquello que llamamos “ilusión” sea una manera de evitar, a través del engaño, el miedo que nos da ver cómo se van incorporando al mundo. La ignorancia como medio de protección no parece el modo más apropiado a la hora de educar. Soñar es gratis, despertar no.
Comentarios